Mi último recuerdo es desde mi coche al volver a mi casa verle haciendo ejercicio, vestido con ropa deportiva, corriendo por la carretera de Majadahonda a Pozuelo. Algo antes había tenido un primer infarto y en su casa, una de esas casas rojas del ministerio, recuperándose un par de días después nos contaba la experiencia y hacía planes para su recuperación, ejercicio, comidas. Planes rigurosos porque los científicos, y Bernardo era un científico excelente, lo somos hasta que morimos. Nos decía también lo importante que fue la actuación de Débora para poder escapar del desastre en los momentos decisivos en los que el curso de un infarto puede llevar a la tragedia o a la salvación.
También recuerdo a Bernardo cenando con un invitado y contando cómo se debe abordar la investigación, una tarea que solo se puede hacer si la planificamos y le dedicamos toda nuestra inteligencia y seriedad. Años más tarde habiéndome ya trasladado al Centro Nacional de Biotecnología recordaba sus palabras mientras entrevistaba a Alícia, una de sus discípulas en quien se podía comprobar lo acertado de sus lecciones.
Además a Bernardo le veo como un día en el Centro de Investigaciones Biológicas se opuso a lo que algunos nostálgicos del autoritarismo nos querían imponer. Lo que hoy es ese centro creo que le debe mucho a lo que él hizo para liberalizar y mejorar su funcionamiento.
Y no se me ocurre nada mejor que decir. Las memorias como lo que acabo de escribir, muchas veces son tanto un reflejo del que las escribe como de la persona a quien se recuerda. Hasta siempre Bernardo porque mientras se nos recuerde no habremos desaparecido y yo te recuerdo amigo Bernardo.
Miguel Vicente
Mi último recuerdo es desde mi coche al volver a mi casa verle haciendo ejercicio, vestido con ropa deportiva, corriendo por la carretera de Majadahonda a Pozuelo. Algo antes había tenido un primer infarto y en su casa, una de esas casas rojas del ministerio, recuperándose un par de días después nos contaba la experiencia y hacía planes para su recuperación, ejercicio, comidas. Planes rigurosos porque los científicos, y Bernardo era un científico excelente, lo somos hasta que morimos. Nos decía también lo importante que fue la actuación de Débora para poder escapar del desastre en los momentos decisivos en los que el curso de un infarto puede llevar a la tragedia o a la salvación.
También recuerdo a Bernardo cenando con un invitado y contando cómo se debe abordar la investigación, una tarea que solo se puede hacer si la planificamos y le dedicamos toda nuestra inteligencia y seriedad. Años más tarde habiéndome ya trasladado al Centro Nacional de Biotecnología recordaba sus palabras mientras entrevistaba a Alícia, una de sus discípulas en quien se podía comprobar lo acertado de sus lecciones.
Además a Bernardo le veo como un día en el Centro de Investigaciones Biológicas se opuso a lo que algunos nostálgicos del autoritarismo nos querían imponer. Lo que hoy es ese centro creo que le debe mucho a lo que él hizo para liberalizar y mejorar su funcionamiento.
Y no se me ocurre nada mejor que decir. Las memorias como lo que acabo de escribir, muchas veces son tanto un reflejo del que las escribe como de la persona a quien se recuerda. Hasta siempre Bernardo porque mientras se nos recuerde no habremos desaparecido y yo te recuerdo amigo Bernardo.
Miguel Vicente